Recuerdo cuando la cirugía laparoscópica llegó a nuestros hospitales: muchos decían que era un capricho caro, que era muy cara, que por laparotomía se operaba más rápido, que si por incisión pequeña, . Hoy nadie la discute. Ahora vivimos lo mismo con la cirugía robótica: fascinación para unos, recelo para otros. , carisimo, que no aporta nada ,..
Y siempre la misma pregunta: ¿qué papel juega el cirujano en esta innovación quirúrgica?
El robot no opera solo. Es una herramienta extraordinaria que aporta precisión, estabilidad y una visión privilegiada. Pero sigue siendo un instrumento. El que decide, interpreta y asume las consecuencias es el cirujano. Pensar que la tecnología en salud sustituye al médico es tan ingenuo como pensar que un bisturí opera por sí mismo.
El verdadero riesgo no está en la máquina, sino en olvidar que el oficio quirúrgico sigue siendo imprescindible. La robótica amplifica lo que somos: si el cirujano está bien formado, la intervención será mejor; si no lo está, seguirá siendo mediocre aunque maneje la última tecnología. El robot no aporta criterio clínico, no resuelve complicaciones inesperadas, no sustituye la experiencia. Eso sigue siendo humano.
Por eso es clave la formación de cirujanos. No podemos educar especialistas que sean simples “pilotos de consola”. Necesitan dominar tantas cosas
La calidad asistencial no dependerá de la tecnología en sí, sino de cómo la usamos, de la capacidad de trabajar en equipo multidisciplinar, de sumar talentos humanos con herramientas digitales. El paciente debe saberlo: cuando entra un robot en quirófano, el cirujano sigue siendo imprescindible
