El autocontrol de cada uno y de todos nosotros ha pasado a ser clave para la supervivencia. ¿Cómo es posible que hayamos renunciado a nuestra vida diaria (no ir a trabajar, no salir, no viajar ni ganar dinero) por ese sentido común de la necesidad de protegerse y proteger a otros?

¿Ha sido solo el miedo o responsabilidad?

Estos días muchos, pero muchos amigos, que hacía años no sabía de ellos me han llamado para saber qué está pasando de verdad. Mi tía que está en un pueblo de la Patagonia me llama todos los días. “¿Es verdad lo que dice la televisión, la radio o están exagerando?” Ese miedo razonable hace que sea clave la información de nuestros interlocutores próximos, y apenas hay alguien que no tenga un familiar o un conocido infectado.

¿Esa demanda urgente de saber se centra en cómo actuar ante la epidemia y sobre todo qué es fiable o verdadero y qué no lo es? ¿Tenemos todos claro si debemos ponernos o no mascarillas? ¿Qué podemos tocar y qué no? ¿Cuántas fakenews hay? ¿Nos acordamos de cuando se decía “esto no es más que una gripe”? Lo que pasa es que esos mensajes han quitado credibilidad a sus responsables, ya que estamos viviendo sus consecuencias.

Ese contraste entre lo que nos dicen y lo que vivimos nosotros, contrastando entre la teoría y lo que vivimos, ha sido clave para discriminar el conocimiento cierto del falso. Una vez más el método empírico del conocimiento científico se impone frente a las falsas soluciones, por muy seductoras que fueran. Y en base a eso sobrevivimos.

Cada vez que hablo con mis amigos o conocidos todos me cuenta los mismo: casi todo el mundo sigue una rutina por la mañana, teletrabaja o hace algo para que mantener la mente activa, hace ejercicio, intenta comer bien, intenta dormir sus horas y, sobre todo, habla mucho con la gente.

Nos autocontrolamos, pero, ¿hasta cuándo? Nos hemos puesto la meta de sobrevivir, de ser fuertes, pero ya empezamos a ver el final del túnel y la realidad está ahí.

Ya se nota el nerviosismo en la gente, hay compañeros que me piden hacer más trabajo, que no pueden quedarse en casa, que ya tantas semanas en casa se nota demasiado.

Ya cunde el miedo a que te echen del trabajo y a los que ya no le hayan echado, temen enfrentarse ahora a la realidad.  Ya no seguimos la dieta tan estricta, ¿quién no se toma el aperitivo, con el vino y algún capricho? Ya no se hace el deporte igual y empezamos a engordar. Ya se nota la crispación, irritabilidad y si preguntas en urgencias, muchos de los que acuden muestran mucha ansiedad, demasiada.

Por mucho que nos pese, ahora nos debemos controlar más aún si cabe.

Miguel Ángel Delgado – Director de MPG y BOARD en Cirugía